Cómo llegar: coger la E-22 hasta Canteras, y seguir por la E-21 en dirección al Portús. Pero antes de llegar, tomamos el desvío de El Rincón, la misma carretera que lleva hasta la Granja-Escuela "El Almendrico". Lo pasamos y unos pocos metros más adelante encontraremos una explanada para poder dejar el coche.

Allí mismo, a la izquierda, encontramos un antiguo puente semiderruido, sobre la Rambla de La Linterna. Unos 100 metros más adelante, esa rambla que hasta ahora la hemos tenido a la izquierda, de repente cruza el camino de tierra y tuerce a la derecha. Esa es la dirección: tomar la rambla a la derecha.
La primera vez, nos pasó inadvertido, y seguimos subiendo... llegamos a un campo de abejas y nos dimos cuenta que no podía ser por allí, así que dimos la vuelta. ¡Menos mal! La cuestecita se las trae... Al volver, sí descubrimos ese cruce de la rambla, y lo tomamos.
El camino por la rambla fue fresco al principio... pero luego nos pusimos a sudar ¡¡porque no era sencillito!! Lo que al principio nos llenó de alegría, ver ¡¡AGUA!! en continuas pozas de agua (¿pero esto es Cartagena?) después se hizo un poco complicado, porque algunas pozas eran lo suficientemente profundas como para no poder meter la bota, y lo suficientemente anchas como para no poder saltarlas... Y comenzó una aventura de colaboración, en la que todos teníamos que poner un granito de arena para lograr que la pequeña de 5 años, la mamá gordita y la jovencita anquilosada lograran pasar por allí.
Hubo 3 pozas que fueron de hacernos pensar dónde colocar el pie, cómo apoyarse en el bastón y qué mano dar al guía (el papá, que siempre pasaba primero), para poder superarlas. Y así, con unos ratos de risas, otros de enfados y algún que otro llanto, llegamos por fin a la cascada de La Linterna.
Llamarle cascada es un eufemismo, claro. En realidad, se trataba de un hilillo de agua que cae de una pared de piedra. El encanto es el entorno, la sorpresa del agua, y que la piedra hace como un hueco alrededor, que simula como una ducha.
Tras la comida allí, con un fresco bien fresco (aunque era un día soleado), se impuso el regreso. Pero nos lo tomamos con un poco de prisa y, en una de las pozas, por un descuido, Rebeca cayó dentro del agua, mojándose toda la pierna. Menos mal que siempre llevamos una bolsa grande de plástico: le envolvimos la pierna por dentro con el plástico... y tratamos de llegar lo antes posible al coche. ¡Y como es una valentona, ni siquiera se quejó!
Un sitio para volver en verano, cuando el calor apriete y tengamos ganas de sombra y fresco... Lástima que el guarda no deje pasar en verano (por prevención de fuegos). Aunque seguro que entonces estará todo seco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario